Programa emitido RTV2 – Canal Uned / 8-5-2020
Analizamos la vida y obra de Demócrito de Abdera. Aunque fue contemporáneo de Sócrates, tradicionalmente se le ha considerado un filósofo presocrático por los temas que preocuparon su pensamiento. Es considerado como uno de los fundadores del atomismo antiguo.
Serie: Filosofía y Voces del Pensamiento
María Teresa Oñate Zubía catedrática de Filosofía, UNED.
IP del proyecto de investigación HERCRITIA-Santander
Francisco José Martínez catedrático de Ontología UNED y miembro Fundador de HERCRITIA
LOS ATOMISTAS ANTIGUOS: LEUCIPO Y DEMÓCRITO
Francisco José Martínez (UNED)
Hay varias cosas que hay que tener en cuenta cuando nos enfrentamos a la filosofía griega en particular o a cualquier cultura extraña en general. Lo primero es ser consciente de la distancia que nos separa de lo estudiado: los campos semánticos se recortan de forma distinta en nuestras lenguas y en griego; en segundo lugar, la cuestión de la transmisión: los textos griegos que ha llegado hasta nosotros son muchas veces fruto del azar y además los transmisores suelen ser adversarios, lo que dificulta también la fidelidad de su recepción; por último, siempre leemos desde nuestros intereses. Estas dificultades son muy relevantes en el caso que nos ocupa: los conceptos de los atomistas antiguos son de difícil traducción a nuestro pensamiento modulado por el idealismo, especialmente de corte platónico; se han perdido la mayoría de los textos de Leucipo y Demócrito, el último de los cuales fue un enciclopedista que escribió de muchísimos temas; la fuente fundamental para estos autores es Aristóteles y los estoicos, es decir autores situados en las antípodas teóricas del atomismo; por último, nuestra lectura no es una mera lectura hermenéutica sino que se ve orientada por la pretensión de retomar guías de pensamiento y acción todavía recuperables hoy. Hay que tener en cuenta que la filosofía griega en general no es un producto académico, profesoral, no es una mera erudición, sino una guía para la vida, especialmente para la buena vida. No se trata de justificar la situación de las obras filosóficas al lado de las de autoayuda y también, por cierto, de las religiosas en nuestras librerías, pero no podemos dejar de recordar la función que la filosofía pretendía desempeñar en Grecia, ayudando a conseguir una vida plena y feliz, dentro de lo posible, por medio de un conocimiento lo más adecuado de la realidad, una realidad que se presentaba como absoluta y amenazadora para el hombre, como nos recuerda Hans Blumenberg.
Se conoce como “atomismo antiguo” las doctrina atribuidas a Leucipo y Demócrito que aunque a nivel cronológico son contemporáneos de Sócrates, sus problemas son continuación de las reflexiones cosmológicas de los jonios, (se ha podido decir que Demócrito era un sabio como los jonios, viajero, abierto a las ciencias, y ávido por conocer), y además pretenden resolver en forma “empirista “el problema del movimiento hecho imposible por la tradición parmenídea “racionalista”. De los sofistas, fundamentalmente de Protágoras, retoman su subjetivismo epistemológico. Por último, en ellos hay resonancias pitagóricas. Como vemos los dos autores se sitúan en una encrucijada especialmente interesante del pensamiento griego “presocrático” que combina la reflexión ontológica con la apertura a los saberes empíricos y las reflexiones cosmológicas con las éticas, a partir de la oposición y la combinación entre la razón y los sentidos o la metafísica con las “ciencias”.
La proyección del atomismo antiguo ha sido muy importante, especialmente gracias a Epicuro y luego en Roma el famoso poema de Lucrecio De rerum Natura. A lo largo de la Edad Media el atomismo es una filosofía casi olvidada aunque aparece en pensadores marginales escolásticos, tanto cristianos como judíos e islámicos. En el Renacimiento hay un resurgir del atomismo, y en el XVII Gassendi intenta compaginar a Epicuro con el cristianismo. La Ilustración recupera el atomismo, especialmente su sensualismo epistémico y su ontología materialista. Igualmente sucede en los siglos XIX y XX. El último Althusser denomina “materialismo aleatorio” o “materialismo del encuentro” a esta tradición atomista que él considera como una de esas tradiciones soterradas que aparecen y desaparecen una y otra vez en los márgenes de una filosofía fundamentalmente idealista y en la que se puede situar a Espinosa, Diderot, Holbach, Marx, Bloch y el propio Althusser. El atomismo no ha influido solo en la filosofía sino también en las ciencias nacientes en el siglo XIX, especialmente en la química y la biología.
Aún a riesgo de cometer un anacronismo vamos a resumir las principales aportaciones del atomismo antiguo en la ontología, la epistemología y la ética, aún reconociendo que dichas posiciones no forman un sistema, aunque sí son coherentes entre sí. Desde el punto de vista ontológico el atomismo es un materialismo al hacer coincidir el ser en general con el ser físico. La raíz eleática está presente en su noción de ser ya que los atomistas aplican las características del ser parmenídeo a cada uno de los átomos, aunque para permitir el movimiento añaden al ser, los átomos, el no ser o vacio, como el ámbito en el que se mueven los átomos mediante un movimiento continuo y necesario que denominan “remolino”, un movimiento sin direcciones privilegiadas sino completamente aleatorio. Además de materialista el atomismo es determinista, todo sucede por necesidad pero a la vez de forma azarosa en el sentido en que no aceptan ningún finalismo, motivo fundamental de la crítica de Aristóteles a estos autores. A Leucipo se le atribuye la formulación del determinismo causalista en el único texto suyo de atribución segura: (67 B 2)”Nada se produce porque sí, sino que todo surge por una razón y por necesidad”. Las cosas se generan mediante combinación (aproximación y entrelazamiento) de átomos y se corrompen por la disolución (distanciación y dispersión) de dichas combinaciones. Los átomos al ser infinitamente numerosos contrarrestan el ser infinitamente pequeños y así pueden dar lugar por acumulación a las cosas visibles. El atomismo constituye las totalidades a parir de la síntesis de sus partes, al contrario del holismo que parte de las totalidades y busca las partes constituyentes mediante el análisis. El conocimiento se explica por la emisión de efluvios, átomos muy sutiles que salen de las superficies de los cuerpos y son recibidos en los ojos imprimiéndose en el cerebro como imágenes (idola). Si su noción de ser viene de Parménides su relativismo epistemológico viene de los sofistas, en concreto de Protágoras, ya que para ellos: (68 A 1) “Las cualidades existen solo por convención; por naturaleza solo hay átomos y vacio”. Lo cualitativo fenoménico que constituye las apariencias se sitúa en el campo de la opinión mientras que lo real, invisible, es el nivel de lo cuantitativo. La apreciación de los fenómenos es relativa, depende del sujeto que conoce, y por ello de la educación recibida, mientras que la verdad se da en el nivel profundo, ontológico, no captable por los sentidos, y ahí solo hay átomos y vacio. Respecto a la ética hay que recordar que la mayor parte de los fragmentos de Demócrito tienen este carácter aunque muchos de ellos se encuentran en una recopilación de máximas bajo el nombre de Demócrates. Nuestro autor fue opuesto a Heráclito como el filosofo risueño al filosofo llorón y esto se debe a que consideraba que el fin supremo del ser humano es el “buen ánimo”, que no se identifica con el placer, aunque lo puede producir, y que es un estado en el que “el alma está serena y equilibrada, porque no le perturba ningún temor” (68 A 1). El buen ánimo surge de “la moderación del deleite y la armonía de la vida” (68 B 191), en línea con la idea de mesura y contención que rige la ética griega antigua opuesta al exceso y la desmesura. En cambio el insensato desdeña lo que tiene y desea lo que no tiene (68 B 202).
En conclusión, consideramos al atomismo antiguo como un materialismo determinista y aleatorio, con una epistemología sensualista basada en imágenes (idola) y una ética del buen ánimo, que procura conjurar los temores mediante la mesura y el rechazo de los excesos.
G. Bueno, La Metafísica presocrática, Pentalfa, Oviedo, 1974, pp. 327-367/.M. Candel, “Demócrito y Epicuro: el átomo como elemento y como límite onto-lógico”, Convivium, nº12, 1999, pp. 1-20. /C. Eggers y otros, Los filósofos presocráticos III, Gredos, Madrid, 1980, pp. 141-422. /W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía griega 2. La tradición presocrática desde Parménides a Demócrito, Gredos Madrid, 1993, pp.389-513. /G. S. Kirk y J.E. Raven, Los Filósofos presocráticos, Gredos, Madrid, 1974, pp.556-592.
Con la colaboración de Santander-Universidades