artículo publicado en lavozdegranada.info
Por Francisco José Martínez
“Política inútil la que se resolvió toda en fantásticas sutilezas, y comúnmente cuantas afectaron artificio, fueron Reyes de muchas quimeras y de ningún provecho” . (B. Gracián, El Político).
“Hay muchas cosas que pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada, sino un vocablo y una figura” (Quevedo).
Si hay algo en lo que casi todo el mundo estará de acuerdo es en la constatación de que el ciclo político que se inició el 15M, y que se tradujo en parte en el surgimiento de Podemos como partido político, ha llegado a su fin. El 15M fue el punto más álgido de un ciclo de protestas que se desplegó en esos años como respuesta a las consecuencias de la crisis de 2008, que supuso unos recortes brutales en el gasto social y un hundimiento de la economía. La protesta iba dirigida fundamentalmente a resaltar los déficit democráticos que aquejaban al sistema político español que tuvo su origen en la transición y cuyas carencias empezaban a salir a la luz. Los acuerdos que permitieron el paso de la dictadura a la democracia fueron el resultado de una correlación de fuerzas muy adversa para las fuerzas democráticas que fueron incapaces de imponer una ruptura y tuvieron que conformarse con una reforma que en realidad solo afectó a la superestructura jurídica y política del régimen, sin tocar las estructuras del poder real: el poder militar y policial, el poder de la magistratura, el poder mediático, los poderes económicos, el poder de la Iglesia, etc. Una Ley de amnistía que junto con un perdón, parcial, de los delitos , según las leyes franquistas, cometidos por los luchadores por las libertades, incluyó la absolución para todos los crímenes de estado perpetrados desde la guerra civil hasta la llegada de la democracia, y una Ley electoral diseñada para dificultar la victoria de las fuerzas de izquierda, junto con una Constitución que blindaba la institución monárquica, el capitalismo, el poder militar y religioso, etc. fueron las bases sobre las que la naciente democracia empezó a andar. Es claro que no se pudo hacer más, por lo que las criticas de traición que la extrema izquierda hace de la transición no están justificadas, pero también está claro que las fuerza vivas del régimen aceptaron la democracia, solo porque sus intereses esenciales quedaban salvaguardados. Los hijos y los nietos de los que pactaron la transición se empezaron a considerar liberados de las hipotecas que sus mayores no tuvieron más remedio que aceptar y empezaron a poner en cuestión las concesiones hechas que seguían lastrando la democracia actual debido a su origen franquista.
Es en este contexto donde la consigna “no nos representan” puso de relieve las carencias que la democracia española seguía arrastrando por sus hipotecas respecto a la dictadura. La crítica de la democracia representativa y de la ley electoral suponía un anhelo de participación en el que confluyeron viejos militantes izquierdistas con muchos jóvenes que recibieron en esas concentraciones y manifestaciones su bautizo en la política. Pero las dificultades de mantener una democracia meramente asamblearia, con su imposibilidad de tomar decisiones y sus dificultades para extenderse, así como el cansancio de los participantes, produjo en la mayor parte de la gente la idea de que había que pasar de la mera protesta a una respuesta institucional.
Podemos surgió, en parte, para dar cauce político a las exigencias de las movilizaciones del 15M, una vez que IU, conducida en aquellos momentos por un grupo dirigente muy honesto y trabajador pero que, fundamentalmente por cuestiones de edad y falta de reflejos, no fue capaz de adecuar la organización para cumplir las exigencias que se habían expresado en la plazas españolas. La desconfianza hacia movimientos dispersos y difíciles de controlar y la tardanza en adecuar el equipo dirigente a los nuevos tiempos, hizo que IU no aceptara las relaciones con ese Podemos naciente, cosa en la que acertó, pero se equivocó al no ser sensible al cambio de tiempos que exigía una dirección renovada más cercana en edad y sensibilidad a los participantes en las protestas. Pienso que una IU rejuvenecida y adaptada a los nuevos tiempos hubiera hecho innecesario el nacimiento de Podemos y nos habríamos ahorrado el calvario populista de los últimos años. (Sobre estos temas se pueden consultar los trabajos reunidos en
Podemos surge, como todos los movimientos populistas, como expresión de unas fracciones de las clases medias urbanas, jóvenes y en trance de proletarización que se sienten desplazadas del poder al que aspiran. Una lectura apresurada de la noción de hegemonía gramsciana, unas gotitas de Lacan , pasado por Laclau, y mucho Karl Schmitt, filtrado por Chantal Mouffe, junto con las experiencias populistas latinoamericanas ,especialmente la venezolana y la boliviana, se combinan en un coctel que sin un análisis estructural serio y basándose solo en la confianza en la omnipotencia de la política y en la figura del líder carismático emprendió la ardua tarea de asaltar los cielos empezando por la pretensión de superar a la izquierda ya existente, tanto la comunista como la socialista.
El momento populista de Podemos supuso el abandono de cualquier análisis estructural e histórico de la realidad española y la idea de que bastaba un líder carismático y la afirmación voluntarista de que “sí se puede” para articular todas las demandas insatisfechas que se habían expresado desde el 15M y conseguir convertirse en el primer partido no solo de la izquierda sino incluso del país. Las circunstancias excepcionales de una crisis económica, social y política sin precedentes fueron la base sobre la que se sustentó inicialmente este espejismo. Un voto joven, urbano, masculino, de aluvión, ya que mezclaba votos procedentes de desencantados con IU y con el PSOE, de abstencionistas, de activistas izquierdistas, de antisistema ,junto con una parte no despreciable de votos procedente de la derecha, como el propio Errejón, responsable de las primeras campañas electorales de Podemos reconoció, fue la base del empuje electoral de Podemos en las primeras elecciones.
En los momentos de euforia populista el naciente partido se situó más allá de la izquierda y la derecha, con unas resonancias que para los más viejos del lugar no dejaban de recordar al falangismo. En esos momentos iniciales se rehuyó cualquier análisis de las clase sociales, así como de las tradiciones políticas de las clases populares, y se propulsó una lucha entre la gente y la casta, o entre el 99% y el 1%, sin molestarse en aclarar el significado de dichas palabras, fieles al ideario populista de que cuánto más difusas e inconcretas sean las consignas mejor, porque comprometen menos y su concreción queda a la clarividencia del líder que decide en cada momento lo más apropiado para todos.
En esos momentos iniciales, Podemos renegó de toda la tradición de la izquierda ,tanto socialista como comunista, no queriendo saber nada del republicanismo ni de la memoria histórica por considerarlos temas pasados que no interesaban a la gente ahora(no deja de ser sorprendente que ese es el principal argumento de la derecha en relación con la memoria histórica). De la misma manera se negaban a utilizar las herramientas del marxismo y del análisis de clases, pensando en una movilización transversal, meramente política, basada en el carisma del líder y en una serie de significantes vacíos sin adscripción precisa. La carencia de fundamentación teórica se pretendía suplir con la apelación a las emociones y sentimientos, y en lugar de argumentos se apelaba a la retórica, abandonando la tradición pedagógica de la izquierda y supeditando la política a la comunicación y no a la inversa. Pablo Iglesias, en junio de 2014, dio una entrevista a Público de título expresivo: “Que se queden con la bandera roja y nos dejen en paz. Yo quiero ganar”. En esa época hubo críticas durísimas a la izquierda comunista por trasnochada, pesimista, acomodaticia, etc. y la afirmación de que se dirigían a personas que nunca votarían a la izquierda. No querían estar encerrados en el rincón izquierdo del tablero, sino que querían dominar el centro del tablero. Eso está muy bien incluso para , en unas condiciones completamente excepcionales, conseguir un cierto éxito electoral con un programa difuso e indefinido, basado más en emociones que en razonamientos, pero cuando tengas que concretar las medidas en leyes efectivas entonces si quieres implantar medidas de izquierda vas a chocar con los intereses de esos votantes no izquierdistas que te han votado por diversos motivos pero que no son movilizables para implantar reformas sustanciales y si los votos no sirven para transformar, ¿para que sirven? Esos son los problemas del voto de aluvión, que no puedes concretar el programa porque lo que ganas por un sitio lo pierdes por otro. El voto prestado no es estable y como viene se va ,y es idealismo puro creer que vas a ser capaz de atender demandas contradictorias de forma sostenida.
Una vez pasada la euforia populista y fracasado el asalto a los cielos, se pretendió pasar ,sin asunción de la derrota y sin explicación del cambio, de la guerra de movimientos a la guerra de trincheras, y este cambio se acompañó de la reconciliación con IU, y los comunistas pasaron de ser unos nostálgicos trasnochados, cenizos y pesimistas, a ser unos esforzados héroes antifascistas. Se retoma todo el arsenal teórico de la izquierda comunista y temas como la crítica de la monarquía y la memoria histórica antes rechazados como inactuales pasaron a ser centrales para estos republicanos sobrevenidos. De igual manera, la alianza con el PSOE pasa de ser denostada a ser exigida. Esta reconciliación con IU se ve acompañada con una serie de escisiones continuas que van reduciendo el aparato del partido a los fieles al líder; parte de los nacionalistas catalanes, valencianos y gallegos se aleja, de igual manera los partidarios de Errejón salen y montan otro partido en Madrid, llevándose a la mayor parte de los ecologistas, por su parte los anticapitalistas rompen en Andalucía.
Y así llegamos a la actualidad. Las continuas escisiones de Podemos han llevado a la coalición UP a perder votos en todas las últimas elecciones, manteniéndose a duras penas en el País Vasco y Cataluña y desapareciendo en Galicia. Dichas escisiones también dificultan en Madrid y Andalucía la posibilidad de una izquierda que se presente unida para disputar con el PSOE los distintos gobiernos a la derecha; una derecha hegemonizada ideológicamente por Vox y donde las dificultades de Ciudadanos le imposibilitan constituirse como un centro capaz de mediar ente derecha e izquierda.
Las recientes peripecias que han conducido a la convocatoria de elecciones en la Comunidad de Madrid y que han exigido poner toda la carne en el asador para asegurar la presencia de UP en el parlamento madrileño han mostrado también las dificultades que Podemos y su líder tienen para pactar con sus escisiones. Las heridas personales y el juego de egos que provocaron esas rupturas no se han restañado todavía y aunque en el caso de Madrid la justificación del rechazo a Iglesias ha sido absurda, máxime en un partido como Más Madrid que no tuvo ningún reparo en relegar en beneficio de un varón a una de las activistas y pensadoras feministas más clarividentes del país, Clara Serra, sí tiene razón el partido de Errejón en cambio en decir que así no se hacen las cosas, ya que en los pactos hay que ser humilde, y según la correlación de fuerzas en Madrid, Iglesias tendría que ir de segundo no solo de Gabilondo sino también de Mónica García, pero no por razones de género sino por razones de votos.
La oportunidad que supuso para el PSOE y para UP la formación del gobierno de coalición no ha impedido el declive lento pero continuo de la coalición izquierdista. Por otra parte, los resultados del gobierno de coalición debidos a la acción de UP solo son apreciables en la meritoria labor de Yolanda Diaz, heredera de la mejor tradición comunista y sindicalista, mientras que están paralizadas otras leyes como la de la vivienda o las propuestas por el Ministerio de Igualdad por defender posiciones controvertidas para las que hay que buscar consensos y que no se pueden intentar imponer de forma unilateral.
En resumen, la posición actual de la izquierda es crítica. Las escisiones de Podemos están estancadas y la propia Podemos, sin un proyecto político claro y sin arraigo en los territorios, es casi un cadáver viviente que depende fundamentalmente de la estructura territorial , delos cuadros y de los votos de IU. No es problema menor la subordinación de UP a los partidos independentistas y soberanistas , incluido Bildu, con el que Iglesias no quería nada hace unos años pero que ahora acepta sin reparos. Esta subordinación se concreta en el apoyo a los referéndums, la aceptación del derecho de autodeterminación, la consideración de los condenados por el Procés como presos políticos y como consecuencia de lo anterior la identificación de Puigdemont con los exiliados del franquismo y la concordancia con Rusia en que España no es una democracia plena. Todo lo anterior es indefendible a nivel político, pero también es inútil pragmáticamente porque este acercamiento lejos de atraer a ERC hacia posiciones dialogantes la refuerza en su posición maximalista subordinada a Junts y a la CUP.
Como conclusión, pensamos que es urgente emprender una reestructuración de la izquierda a través de unos Estados Generales que emprendan la coordinación de todos los grupos a la izquierda del PSOE en una red flexible de grupos que pueda presentarse eventualmente como una coalición electoral única con un programa realista, no maximalista, que tenga en cuenta las actuales correlaciones de fuerzas en España y en Europa y que contenga como mínimo: un plan de choque económico dirigido especialmente al empleo juvenil y femenino; y una renta básica que asegure un mínimo de ingresos a toda la población; una propuesta de organización federal , no confederal, del Estado; una posición clara sobre la Unión Europea buscando su democratización interna y su inserción en el mundo como defensora dela paz, la cooperación, y la defensa dela democracia y los derechos humanos; una apuesta por una economía verde y sostenible capaz de enfrentarse a los desafíos del cambio climático; y una defensa firme de todas las posiciones feministas en su conjunto sin apostar solo por algunas. Para defender estas posturas haría falta un liderazgo nuevo que sustituya a los protagonistas actuales, tanto de Podemos como de sus escisiones. En ese sentido el impulso dado a Yolanda Díaz, si es sincero, es un paso importante en la buena dirección.
En resumen, se trata de apostar por una izquierda no épica, dialogante, que no busque la confrontación gratuita, que combine la necesaria motivación emocional con la argumentación de las propuestas, que se dirija a las capas populares y no pretenda ser un partido atrápalo todo, y que no trate tanto de ir hacia el centro sino más bien de atraer al centro a posiciones de izquierda racionales, fundamentadas y susceptibles de ser aceptadas transversalmente. Es decir, se trata de una vez por todas de romper con toda tentación populista y construir una alternativa socialdemócrata radical capaz de sustentar un gobierno de izquierdas ,junto con el PSOE, los partidos de izquierda nacionalistas no soberanistas ni independentistas ,y las fuerzas ecologistas.