EL PORVENIR QUE QUEDA, EL ESPACIO QUE HACE FALTA
En el epílogo a «El origen de la obra de arte» (1935-1936) advierte Martin Heidegger: “Las reflexiones precedentes tratan del enigma del arte, el enigma que es el propio arte. Lejos de nuestra intención pretender resolver el enigma. Nuestra tarea consiste en ver el enigma”1. Años más tarde, en 1962, fecha de la conferencia «Tiempo y ser», repite Heidegger la apelación al enigma, retomando el decisivo gesto de dejarlo comparecer precisamente como enigma.