Ganadora del Premio «“Ángela Sierra González. La hermenéutica cambia el mundo”» al mejor TFG
Daniela León Gutiérrez obtuvo su Licenciatura y su Maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, ambas titulaciones con mención honorífica. Entre 2012 y 2013 realizó un intercambio académico en Université Paris- Sorbonne. Sus líneas de investigación e interés académico se circunscriben a los ámbitos de la estética, teoría y crítica literarias, filosofía y literatura francesas, filosofía feminista y estudios de género. A lo largo de los últimos años ha presentado varias ponencias en congresos celebrados tanto en México como en otros países de América Latina. Ha publicado los siguientes artículos: “Deleuze y Descombes como lectores de En búsqueda del tiempo perdido de M. Proust” (2018) y “El mito de lo femenino según De Beauvoir: la distancia entre la Mujer y las mujeres como condición para una teoría feminista de la opresión” (2019).
En su Tesis de Maestría, que lleva por título “Lo femenino como otro. Una lectura de la Recherche a partir de Simone de Beauvoir”, interpreta a la alteridad femenina en la Recherche de Marcel Proust, encarnada en la figura de Albertine, partiendo del mito de lo femenino, categoría central en El segundo sexo de Beauvoir, y de las dos figuras de alteridad caracterizadas por la filósofa francesa en este ensayo publicado en 1949.
Entrevista a Daniela León Gutiérrez, ganadora del premio “Ángela Sierra González. La hermenéutica cambia el mundo” de la Cátedra Internacional de investigación en Hermenéutica crítica (HERCRITIA-Santander) al mejor trabajo fin de máster (TFM)
Por Marisa Alcaide
¿Cuál es tu relación con HERCRITIA y qué opinión te merece la labor que realiza esta cátedra de Investigación?
Conocí a HERCRITIA a través de la UNAM, y me parece muy importante la labor que hacen. He seguido con interés múltiples eventos organizados durante la pandemia, y considero que es fundamental continuar fomentando y creando estos espacios de discusión y difusión de la filosofía.
¿De qué manera crees que la Hermenéutica cambia el mundo?
La hermenéutica explicita la fuente subjetiva de nuestro conocimiento, e implica una valorización del proceso interpretativo, así como de la pluralidad y diálogo con interlocutores divergentes. Esto es particularmente fecundo en el caso de los feminismos, que llevan a cabo permanentemente una tarea crítica del androcentrismo en la cultura, una reinterpretación de lo femenino, así como una evaluación constante de sus presupuestos y bases políticas. Dentro de los feminismos, la crítica efectuada desde los márgenes desmantela las corrientes predominantes, a la vez que las rearticula y enriquece, complejizando la interpretación de sus conceptos y problemas. Además, la hermenéutica crítica es indispensable cuando parte de la situacionalidad del conocimiento. Explicitar el lugar y condiciones de enunciación es sumamente relevante en contextos epistémicos que involucran a sujetos oprimidos.
La hermenéutica crítica también puede ser sumamente útil como herramienta para complejizar otro tipo de discusiones políticas que se tornan estériles cuando los paradigmas y marcos interpretativos son inconmensurables. Cuando parece que ya no resta nada que decirle al interlocutor, se pueden analizar las condiciones de este diálogo fallido, y así llegar a un elemento esclarecedor que indague sobre las fuentes de la incomprensión.
Tu TFM premiado, tiene el título “Lo femenino como otro. Una lectura de la Recherche a partir de Simone de Beauvoir” ¿Cuál es tu propuesta? ¿A qué pregunta busca dar respuesta tu investigación?
La tesis es un ejercicio de lectura crítica de La Recherche que parte de esta pregunta nodal: ¿la representación de la feminidad en la Recherche remite a una figura de la alteridad o de la otredad? Me focalicé en la representación de Albertine Simonet, personaje que encarna a la alteridad y que ha captado la atención de filósofos como Deleuze y Lévinas, en los tomos de A la sombra de las muchachas en flor y La prisionera.
Proust aborda el problema de la alteridad a partir del erotismo, concebido como paradoja: el vínculo entre Sujeto y alteridad es imposible en términos de comunicación y reciprocidad, así como de satisfacción del deseo. El deseo sólo se mantiene cuando se preserva la distancia con la amada, pero coexiste con el deseo de dominio y posesión de su subjetividad. La proximidad rompe el hechizo, el cual sólo resurge mediante los celos de Marcel, al constatar las múltiples maneras en que Albertine escapa a su dominio y conserva su misterio. La experiencia de amor totalitario es un fracaso continuo, que oscila del deseo al tedio.
Inspirándome en Beauvoir, defiendo que este fracaso ético-erótico resulta de que Albertine es misteriosa en tanto figura de Otredad radical subordinada al Sujeto (epistémico y erótico) que es Marcel. Albertine encarna a la Mujer: es objeto erótico de consumo para el sujeto masculino, mientras que su carácter de sujeto se afirma únicamente en sus evasiones al dominio del Amo. Por eso, Marcel no logra llevar a cabo un dominio completo, y ella se le presenta como “ser en fuga”. Concebir al erotismo como dominio de la Otra anula toda posibilidad de afectividad auténtica entre alteridades mutuas, en términos de comunicación, reciprocidad y distancia.
La base conceptual del trabajo es El segundo sexo de Simone de Beauvoir, concretamente su uso del “mito de lo femenino” y su caracterización de la alteridad. Beauvoir plantea que hay dos figuras de alteridad: primeramente, la “alteridad” que remite a otro yo, una conciencia ajena e inaccesible, a la vez que es mi igual, en tanto que mi propia conciencia es ajena a la alteridad; cada una es sujeto para sí misma. En segundo lugar, el estatuto de Otro es adjudicado a una conciencia a la que se no le reconoce como sujeto, como mi semejante. Beauvoir indica que la figura de Otro está vinculada con la dominación: en la medida en que ser conciencia y ser sujetos libres es lo que nos hace propiamente humanos, desde la perspectiva existencialista, al no reconocer a la alteridad como sujeto, se le niega su humanidad. Esto no tiene meramente implicaciones abstractas sino materiales: se trata a las personas no como libertades y trascendencias, sino como objetos y medios, sin ningún tipo de reciprocidad.
Beauvoir plantea que esta figura de Otredad se concreta en el “mito de lo femenino”, lo que hoy en día llamaríamos feminidad hegemónica, y que consiste en una herramienta simbólica y política para subordinar al grupo de las mujeres y perpetuar la supremacía patriarcal. El mito de lo femenino es un entramado de imágenes asentadas en la cultura que posicionan a las mujeres como Otras absolutas y relativas a los hombres; en suma, el mito parte de una mirada masculina que cosifica a las mujeres, definiéndolas como cuerpos eróticos, misteriosos y disponibles para la sexualidad masculina, así como cuidadoras.
De este modo, los planteamientos de Beauvoir me permitieron analizar la representación de la feminidad en Proust como proyección masculina, así como estudiar la relación amorosa cosificante y desigual en términos de dominación del Sujeto (ético, epistémico, erótico) sobre la Otra que es deseada, poseída y subyugada.
Simone de Beauvoir manifiesta cierta insatisfacción con la filosofía por encontrar que tiene poco nexo con lo real, frente a la literatura que conecta de manera directa con la experiencia ¿Son reconciliables estos dos saberes? ¿Dónde estaría el posible vínculo?
Antes de responder, quisiera aclarar por qué Beauvoir juzga de esta manera a la filosofía. Considero que, en parte, esta insatisfacción surge de la idea de la filosofía como sistema total y abstracto, fruto de la creación del Genio pensador a partir de la nada. Esta idea fue la que hizo que Beauvoir no se considerara a sí misma como filósofa, a pesar de su escritura prolífica. Intérpretes feministas, como Toril Moi en The Making of an Intellectual Woman, proponen que esta reticencia se debe, en cierta medida, a la consolidación de la filosofía como institución masculina. La opinión común en las universidades reitera esta idea al enunciar que Sartre es el filósofo que toma la palabra y crea un sistema, mientras que Beauvoir es su discípula y repetidora.
Además, antes de familiarizarse con la fenomenología y exceptuando a autores como Kierkegaard y Bergson, Beauvoir consideraba que los sistemas filosóficos eran demasiado abstractos y ques estaban alejados de la experiencia vivida. Las opciones que se le abrían eran filosofías asentadas en el cristianismo, sistemas idealistas subjetivistas y el ethos nihilista de la época. En contraste con esto, la literatura le ofrecía un sinfín de experiencias recreadas en el plano imaginario que resonaban con las suyas, o la introducían a nuevos mundos.
Ella misma se siente desgarrada entre la vocación literaria y filosófica, y el nexo que propone en su ensayo “Literatura y metafísica” es el modelo de la novela metafísica, asentado en bases existencialistas. Dicho modelo sería, por así decirlo, una fusión de lo mejor de ambos mundos: una aventura espiritual para la escritora y la lectora, a manera de indagación filosófica que se interroga sobre un ámbito de la vida humana; a la vez que una recreación de una experiencia que logra conservar su aspecto vital, riqueza y fundamental ambigüedad. La gran ventaja de la literatura es que no anula las contradicciones propias de la condición humana de ambigüedad: ser sujeto encarnado, trascendente e inmanente, estar arrojado en un mundo sin valores absolutos y verse en la necesidad de darse a sí mismo sus valores, querer en vano evadirse de esta tarea, y sólo poder realizarse como humano en tanto que se asume esta tarea de autojustificación.
De hecho, Beauvoir apunta que entre más se acercan a la subjetividad, los filósofos tienden más hacia lo literario, y que hay novelistas que viven la creación como un proceso de pensamiento, es decir, que en la escritura desvelan verdades y significados que no estaban presentes de antemano. La tarea del desvelamiento de significados y de la experiencia es propiamente uno de los vínculos entre la filosofía y la literatura; la búsqueda permanente por darle sentido a la existencia. Mas hay que aclarar que la novela metafísica es irreducible a una serie de tesis, no es una ejemplificación de una teoría, sino expresa verdades de la experiencia, el ser en el mundo de la escritora, con sus recursos propios formales.
¿Cual es tu consideración acerca de la tesis de Beauvoir sobre el mecanismo simbólico-ontológico de subordinación? ¿Crees que sigue siendo vigente hoy día?
Me parece que la explicación de Beauvoir es parcialmente vigente. Ciertamente, hoy en día se niega el reconocimiento a los grupos oprimidos, y esta dominación es más eficaz en la medida en que se imponen ideologías durante la formación de subjetividades. Es decir, en tanto que operan mecanismos simbólicos que influyen en la autopercepción de dichos grupos y los llevan a interiorizar creencias que contribuyen a perpetuar su estado de opresión. En suma, estos grupos se perciben a sí mismos como Otredades.
Mas es pertinente preguntarse si la dominación se reduce al mecanismo simbólico-ontológico postulado por Beauvoir, a saber, la ausencia de reconocimiento y la imposibilidad de trascendencia. Un análisis de este tipo corre el riesgo de minimizar la violencia estructural, las condiciones materiales de desigualdad, sujeción y explotación, así como las formas específicas en que se le niega a un grupo el reconocimiento, según raza, género, clase… En las entrevistas con Schwarzer, la misma Beauvoir lamentaba no haber adoptado un enfoque más materialista.
A pesar de esto, considero que hay elementos vigentes en los análisis beauvoireanos, sobre todo en lo concerniente a la pertinencia de la situación, la experiencia vivida y la formación de subjetividades oprimidas.
¿En qué medida es la Feminidad un mito? ¿Cómo y con qué pretensiones se funda el mito?
Considero que la feminidad no se reduce al concepto de mito, puesto que éste remite a una cosmovisión, y que tiene un rol explicativo, cultural y religioso. Beauvoir utilizó esta terminología a falta de otra más precisa.
No obstante, el uso del término se justifica por distintas razones. En primer lugar, Beauvoir adopta el término “mito” como sinónimo de creencias falsas adoptadas sin ningún tipo de cuestionamiento, de modo que el subtítulo del primer tomo de El segundo sexo es “Los hechos y los mitos”. En esta línea, Beauvoir presenta y desmiente el conjunto de opiniones comunes falsas y aceptadas acríticamente respecto a las mujeres, y que además permean a las explicaciones de la biología femenina, teorías marxistas y psicoanalíticas, y las representaciones literarias. Asimismo, se refiere a representaciones sociales compartidas en el seno de una cultura, y transmitidas a través de distintos medios, por ejemplo, los cuentos de hadas, las narraciones mitológicas, las supersticiones e imágenes que reflejan las construcciones de lo masculino y femenino. La complejidad de dichas representaciones consiste en que no basta con “desmitificarlas”, puesto que son mecanismos ideológicos que han determinado hasta cierto punto la formación de subjetividades.
Mas el concepto de “mito de lo femenino” tiene raíces filosóficas que exceden esta noción basada en la opinión común, puesto que Beauvoir busca dar cuenta de un mecanismo ideológico, simbólico y ontológico de dominación. Beauvoir explica que el mito de lo femenino es un mecanismo parasitario, en la medida en que permite a los hombres posicionarse como Sujetos dominantes respecto a las mujeres, consideradas como Otras. El mito surge de la tendencia egoísta de la conciencia, en tanto que busca obtener el reconocimiento de otras conciencias sin otorgarles ningún tipo de reciprocidad.
Además, Beauvoir asocia la noción de “mito” con un ideal trascendente que refleja valores humanos y que los posiciona como absolutos. El mito de lo femenino es una proyección masculina a la vez que un ideal absoluto y de imposible concreción, tal como la idea absoluta de Dios. Desde el existencialismo sartreano, el sujeto aspira a ser Dios, una síntesis imposible del en sí (el estatuto de plenitud, el ser fijado por una esencia, propio del modo de existir de las cosas) y el para sí (la existencia como conciencia en devenir, marcada por la negatividad y contingencia). Beauvoir añade que la aspiración a esta síntesis absoluta se concreta en un modo específico de mala fe: el sujeto masculino que aspira a ser conciencia pura y desencarnada, un ser absolutamente autónomo que, para consolidarse como sujeto absoluto, establece una relación de dominación en la que somete al sujeto femenino, haciéndolo pasar (a sus ojos y a los de ella) como una no-sujeta, como Otra. En esta relación desigual, el sujeto masculino encarna los valores de la trascendencia (libertad, razón, acción…) ante la Otra que, a su vez, encarna los valores de la inmanencia (la repetición, la corporalidad, la vida y naturaleza). Así, surge el mito de lo femenino como idea absoluta que contraría la diversidad de la experiencia vivida, en beneficio de un ideal fijo e imposible de concretizar: la Feminidad hegemónica o mito de lo femenino.
Finalmente, el mito de lo femenino tiene una función legitimadora del orden social y del estado de opresión: si la naturaleza femenina es cuidadora, por ejemplo, se espera que las mujeres carguen con las tareas de cuidado, sin reconocimiento social ni reciprocidad por parte de los hombres; si las mujeres son consideradas como seres eróticos, será en función del placer masculino, no de su propio deseo.
¿Cuál sería la sentencia del juicio simbólico al que sometes la obra de Proust “En busca del tiempo perdido” y a sus personajes, a partir de la obra de Beauvoir?
Quizás, más que sentencia, preferiría hablar en términos de lectura crítica. Partí de una curiosidad genuina por los mecanismos de representación de lo femenino en la Recherche, incluso, de la intuición de que su modo particular de asociar la feminidad de las muchachas en flor con el devenir, flujo y cambio constante, tenían un potencial emancipatorio desde la perspectiva existencialista, en la medida en que escapan a toda esencia. Mas, a medida que me adentré en la lectura paralela de la Recherche y de Beauvoir, encontré más elementos convencionales que ligaban lo femenino al misterio absoluto, a lo Bello natural, a las fuerzas desconocidas de la naturaleza y, en suma, a la Otredad. El segundo sexo me permitió adoptar una perspectiva ética y política, e ir más allá del misterio metafísico de lo femenino.
Puesto que no es posible estudiar a Albertine independientemente de las representaciones de Marcel, decidí partir de este hecho mismo: si sólo se le conoce en su ser-para-Marcel, es porque es tratada como Otra y no como sujeto, como el Misterio absoluto. Esto nos permitió ahondar en el tratamiento de elementos de la feminidad hegemónica, como la ambigüedad y las metamorfosis del personaje. En lugar de seguir la frase lacónica de Wittgenstein, “de lo que no se puede hablar, es mejor callar”, apuntamos al trasfondo que orilla a ese silencio sobre quién es realmente Albertine: es tratada como proyección y representación. La conclusión a la que llegué es que, en términos éticos, la representación proustiana presenta ciertas ventajas: es una explicitación de la mirada masculina de Marcel, y de cómo este vínculo marcado por relaciones de dominio conlleva un fracaso ético y erótico. La representación proustiana es rica en imágenes de Otredad, y nos permite profundizar en la reflexión sobre la representación estetizada de la Feminidad hegemónica.
Por otra parte, Proust rechaza el modelo de erotismo como fusión, y encontramos la raíz de esto en las paradojas del erotismo y en la estructura jerárquica del vínculo entre sujeto y Otra. También fue importante notar en Marcel actitudes propias del sujeto que quiere ser absoluto: rehusarse a ser vulnerable frente a la alteridad, prefiriendo vivir el erotismo de manera unidireccional, como proceso estético de interpretación y contemplación. Vemos al sujeto que busca anexarse a la Otra, asimilarla al sí mismo, y, puesto que siempre hay una distancia respecto a la alteridad, esta empresa fracasa.
En eso radica el valor del marco beauvoireano: permite hacer una crítica al erotismo y la mirada masculina a partir de su análisis de la feminidad. Su análisis permite desvelar el modo que tiene Proust de tratar a Albertine como objeto-erótico-estético, nos permite comprender qué modelos de feminidad operan en Albertine, y cómo se la construye como Otredad. Creemos que el valor de este tipo de lectura radica en la posibilidad de comprensión de los tipos de alteridad asociados a lo femenino, y a su construcción particular en la obra, más que en una desmistificación. Sólo así podemos contrastar dicha construcción con otras de diversas obras y contextos, hacer genealogías de lo femenino, y repensar las construcciones vigentes.
En los últimos tres años ha habido una mayor visibilización del movimiento feminista y sus reivindicaciones. Es sin duda el mayor impulsor de cambio social del momento. Como ha manifestado Angela Davis “El feminismo es una estrategia no solo para superar la opresión de género, sino también el racismo, el fascismo, la explotación económica” ¿Crees que el feminismo no debería ser un movimiento solo para las mujeres?
Creo que la pregunta admite diversas interpretaciones, la locución “para las mujeres” indica un sentido de pertenencia, finalidad y de ser beneficiario de algo. En ese sentido, podemos refrasearla de estas formas: ¿a quién beneficia el feminismo?; ¿a quiénes pertenece el feminismo o quiénes constituyen su comunidad política?; y ¿cuál es su sujeto político?
El feminismo como movimiento emancipatorio busca transformar a la sociedad en su conjunto, y la pregunta sobre quiénes son beneficiados dependerá del tipo de objetivos y cambios perseguidos. Creo que el grupo más beneficiado e implicado como comunidad es el de las mujeres. Mas no como grupo homogéneo y universal, sino como comunidades políticas locales y situadas, con distintos frentes e intereses políticos, a menudo contrapuestos entre sí. Ciertamente, las luchas feministas están atravesadas por otros sistemas de opresión, y establecen distintas alianzas en función de sus objetivos políticos.
La pregunta por el sujeto político me parece más compleja, en la medida en que no hay un único feminismo, y que cada corriente construye su propia comunidad, que puede ser sumamente focalizada y local, o tender a lo universal. Incluso, hay quien defiende que debemos abandonar la idea de sujeto político, en tanto constructo patriarcal y jerárquico.
Mas considero que disolver absolutamente al sujeto “mujer” no es deseable, en la medida en que el estado de opresión sigue vigente. Evidentemente, las dominaciones masculinas no se concretan de modo idéntico y los problemas del sur global van más allá de las demandas de paridad. Y cualquier sujeto político que no considere la complejidad y conexiones con otros sistemas de opresión se limitará a ser una abstracción. Si la crítica de los feminismos lleva a la disolución absoluta del sujeto mujer, estaríamos postulando un feminismo “más allá de” las mujeres, sin haber logrado su emancipación, en otras palabras, estaríamos postulando un nuevo humanismo abstracto. Si recordamos la introducción a El segundo sexo, Beauvoir critica la postura nominalista que postula al ser mujer como una mera etiqueta, sin repercusiones significativas. Mas recuerda que el estado de opresión sigue vigente, y que ninguna mujer puede afirmar sin mala fe estar más allá de su sexo. En el contexto actual, retomaría la importancia de considerar al grupo de las mujeres como sujeto corporalizado y sometido a mecanismos de opresión basados en el sexo-género. En esa línea, coincido con feministas que defienden la vigencia de una versión no esencialista del sujeto mujer.