Mención Honorífica del Premio “Teresa Oñate: Un Tiempo Estético. Ontología y Hermenéutica” a la mejor Tesis Doctoral
Por Begoña Fleitas
Irene Ortiz Gala es Doctora en Filosofía y Ciencias del Lenguaje por la Universidad Autónoma de Madrid. Su Tesis Doctoral obtuvo la calificación de summa cum laude y la mención internacional. Tanto sus estudios de Grado en Filosofía como su Máster Universitario en Crítica y Argumentación Filosófica fueron realizados igualmente en dicha universidad, en la que además ha estado colaborando en la docencia de varias asignaturas del Grado de Filosofía y en el Grado de Estudios Ingleses durante estos últimos cuatro años. Actualmente está cursando el Máster en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Murcia. Ha participado en diferentes congresos nacionales e internacionales, como The Academic Council on United Nations System (2018), North American Society for Social Philosophy (2017), Centro Superior de Investigaciones Científicas (2017), entre otros. Igualmente, ha publicado varios artículos científicos entre los que cabe citar: “ La teoría de la justicia: más allá de los límites nacionales” (2019) y “El quiasma de la igualibertad: la comunidad de Castoriadis. Cornelius Castoriadis: un filósofo para pensar el presente” (2020).
Su Tesis Doctoral, que lleva por título “La máquina antropológica. Límites de una singularidad personal”, se concentra sobre el desacuerdo entre algunos de los autores del pensamiento italiano contemporáneo en torno a qué características tiene que cumplir el ser humano para convertirse en un hombre sujeto de derechos. La propuesta presentada en este trabajo es que el dispositivo de ciudadanía, raramente examinado por los autores sobre los que versa la tesis, permite explicar la condición de exclusión-inclusiva de ciertas vidas.
¿Qué opinión te merece la labor que realiza la Cátedra de Investigación HERCRITIA y cómo crees que transforma la Hermenéutica Crítica el modo de entender y estar en la filosofía y en el mundo?
La labor de HERCRITIA como espacio que permite el encuentro de académicos de diferentes países es inestimable. En este sentido, creo que es su apertura lo que hace de HERCRITIA una rara avis. De esta apertura da cuenta el libro publicado a principios de septiembre, Pandemia, Globalización y Ecología, en el que tuve la suerte de participar acompañando a 33 investigadores más. Este tipo de iniciativas, que permiten el diálogo ente académicos que se encuentran lejos, especialmente durante esta pandemia, son muy necesarias para evitar el riesgo de caer en solipsismos poco fructíferos para el debate filosófico.
La hermenéutica crítica permite, por ejemplo, en análisis arqueológicos, entender no solo qué es lo que se ha dicho sobre un cierto dispositivo, sino también y, sobre todo, qué es lo que se ha callado. Me parece, pero no soy ninguna experta en la materia, que esos silencios o elipsis, sin embargo, también apuntan hacia un sentido que ha sido poco atendido y que puede ser crucial para entender el recorrido de un determinado dispositivo. Por tanto, creo que la hermenéutica no se dirige solo hacia el examen de las posibles interpretaciones de lo que se ha dicho o escrito, sino también hacia interpretar los saberes o discursos que han sido excluidos. Esto es extremadamente interesante porque muestra qué discursos han gozado del privilegio de ser escuchados, quién los enunciaba y cuál era el lugar que ocupaban en una comunidad.
Tu tesis lleva por título “La máquina antropológica. Límites de una singularidad impersonal”. ¿Cuál es la pregunta a partir de la cual se desarrolla tu investigación y cuáles son las principales conclusiones que has extraído?
La pregunta que da origen a este trabajo surge de la constatación de la captura de la vida que realiza el aparato jurídico y de la valoración posterior que se hace de las diferentes formas de vidas. Me interesaba, sobre todo, entender las consecuencias de ese cruce entre la vida y el derecho. Así, intenté examinar qué dispositivos operan para excluir ciertas vidas y sobre qué lógica se sustentan. Para ello me serví de lo que se ha llamado Italian Thought y, muy particularmente, de los autores que han centrado sus investigaciones en la biopolítica. Los trabajos de Agamben, Esposito y Di Cesare, pero no solo, fueron determinantes para ofrecerme un marco teórico en el que pensar cómo el dispositivo de la ciudadanía opera para producir exclusión y elaborar un análisis arqueológico de la figura del migrante. Como ha señalado Esposito, existe un cierto gusto en el pensamiento italiano de los últimos años por ese desdoblamiento de la mirada que se dirige, al mismo tiempo, a la actualidad más acuciante y a los dispositivos de larguísima duración. Este interés arqueológico fue el que me llevó a ampliar los horizontes de mi trabajo más allá de las obras publicadas en los últimos años y estudiar cómo ha sido narrada la ciudadanía desde su constitución como mito de autoctonía.
Las conclusiones a las que llegué, a grandes rasgos, se centraron en denunciar las consecuencias tanatopolíticas que acompañan a las políticas que se empeñan en mantener una distinción entre una vida biológica y una vida política, cultural y afectiva. Esta lógica dicotómica aparece perfectamente representada en el dispositivo de la ciudadanía, y por ello decidí dedicarle gran parte de mi investigación. El ciudadano se ha confundido con el hombre -porque a aquel se le reconocen los privilegios de participación política- y ha terminado por desplazar la humanidad de aquellos privados de ciudadanía. Esta conclusión me hizo proponer la única propuesta con la que me podía comprometer teóricamente y que sobrevuela todo el trabajo: la desactivación (inoperosità) de la ciudadanía.
¿Consideras que sería posible articular una fórmula filosófico-política que logre un total reconocimiento de aquellas personas a las que el aparato jurídico ha “despojado de la condición de ciudadanía y, en última instancia de la humanidad que le acompaña” –migrantes, apátridas, refugiados?
Creo que la figura del impersonal elaborada por Simone Weil, y que los autores italianos retoman, puede ser determinante para esta cuestión. Esta singularidad impersonal, como señaló Weil, se relaciona con la justicia y no entiende el lenguaje comercial del derecho. En este sentido, en lugar de pensar formas de inclusión a través del aparato jurídico -ya existen los odiosos procesos de naturalización-, de lo que se trata es de pensar fuera de él. Superar la gramática de la identidad y de la lógica dicotómica significa pensar un nuevo paradigma ontológico centrado en la forma-de-vida y en la protección de lo que Weil dijo que era sagrado, lo impersonal. Este impersonal nos lleva a pensar fuera del léxico político occidental, de la lógica dicotómica y del imponente edificio del derecho. Desde esta singularidad impersonal creo que sí se puede pensar el reconocimiento y la protección de todas las formas-de-vida, pero eso implica pensarlo fuera del derecho, lo cual no es una tarea fácil.
La singularidad impersonal es una potencia destituyente que ofrece la posibilidad de suspender esa máquina antropológica, que da título a mi trabajo, que produce, en primer lugar, la escisión de la vida. No obstante, me gustaría ser perfectamente clara: no creo que exista una traducción política directa, inmediata. Y, sin embargo, no me parece que esto invalide la reflexión sobre el impersonal. El potencial que ésta tiene reside, como ha señalado Agamben, en que, si se toma como juego, ilusiona (in-ludere), ofrece un espacio en el que pensar la destitución de los dispositivos de los que se sirve la máquina antropológica para producir exclusión.
¿Cuál es la puerta que deja abierta tu tesis a futuras investigaciones?
La constatación de la imposibilidad de hacer universal la condición de ciudadanía, por el carácter inmunitario y excluyente del derecho, me obligó a explorar la posibilidad de una reflexión fuera del derecho. Si la ciudadanía no puede desprenderse de su pretensión de constituirse como identidad colectiva y, por tanto, en contraposición con otra identidad a la que tiene que excluir para afirmarse, entonces hay que seguir buscando fórmulas filosóficas que permitan escapar de un dispositivo que produce la exclusión de millones de personas. Que esto pueda llevarse a cabo con la singularidad impersonal es algo que está por ver. Esta es la puerta que permanece abierta. Así, creo que la consecuencia lógica que se desprende de mi trabajo es continuar examinando si se puede desactivar, o por decirlo con Agamben, rendir inoperosa, la lógica dicotómica que produce la exclusión de ciertas vidas a partir del binomio ciudadano-migrante. Los trabajos de Daniel J. García López, de la Universidad de Granada, son un buen ejemplo de cómo puede pensar la filosofía que viene esta desactivación de la lógica dicotómica en el campo de la filosofía del derecho. El trabajo que dejo para el futuro, pero que creo que en realidad es un trabajo común de la filosofía que viene, es el de explorar si somos capaces de pensar, y llevar a la realidad política, una singularidad impersonal que no sea atrapada por la gramática del derecho. Así, dejo a esta figura impersonal la posibilidad de inspirar la realidad y nada más -o nada menos-.