LOS ATOMISTAS ANTIGUOS: LEUCIPO Y DEMÓCRITO
Francisco José Martínez (UNED)
Hay varias cosas que hay que tener en cuenta cuando
nos enfrentamos a la filosofía griega en particular o a cualquier cultura
extraña en general. Lo primero es ser consciente de la distancia que nos separa
de lo estudiado: los campos semánticos se recortan de forma distinta en
nuestras lenguas y en griego; en segundo lugar, la cuestión de la transmisión:
los textos griegos que ha llegado hasta nosotros son muchas veces fruto del
azar y además los transmisores suelen ser adversarios, lo que dificulta también
la fidelidad de su recepción; por
último, siempre leemos desde nuestros intereses. Estas dificultades son muy
relevantes en el caso que nos ocupa: los conceptos de los atomistas antiguos
son de difícil traducción a nuestro pensamiento modulado por el idealismo,
especialmente de corte platónico; se han perdido la mayoría de los textos de
Leucipo y Demócrito, el último de los cuales fue un enciclopedista que escribió
de muchísimos temas; la fuente fundamental para estos autores es Aristóteles y
los estoicos, es decir autores situados en las antípodas teóricas del atomismo;
por último, nuestra lectura no es una
mera lectura hermenéutica sino que se ve orientada por la pretensión de retomar
guías de pensamiento y acción todavía recuperables hoy. Hay que tener en cuenta
que la filosofía griega en general no es un producto académico, profesoral, no
es una mera erudición, sino una guía para la vida, especialmente para la buena
vida. No se trata de justificar la
situación de las obras filosóficas al lado de las de autoayuda y también, por
cierto, de las religiosas en nuestras librerías, pero no podemos dejar de
recordar la función que la filosofía pretendía desempeñar en Grecia, ayudando a
conseguir una vida plena y feliz, dentro de lo posible, por medio de un
conocimiento lo más adecuado de la realidad, una realidad que se presentaba
como absoluta y amenazadora para el hombre, como nos recuerda Hans Blumenberg.
Se conoce como “atomismo antiguo” las doctrina
atribuidas a Leucipo y Demócrito que aunque a nivel cronológico son
contemporáneos de Sócrates, sus problemas son continuación de las reflexiones
cosmológicas de los jonios, (se ha podido decir que Demócrito era un sabio como
los jonios, viajero, abierto a las ciencias, y ávido por conocer), y además
pretenden resolver en forma “empirista “el problema del movimiento hecho
imposible por la tradición parmenídea “racionalista”. De los sofistas, fundamentalmente
de Protágoras, retoman su subjetivismo epistemológico. Por último, en ellos hay
resonancias pitagóricas. Como vemos los dos autores se sitúan en una
encrucijada especialmente interesante del pensamiento griego “presocrático” que
combina la reflexión ontológica con la apertura a los saberes empíricos y las
reflexiones cosmológicas con las éticas, a partir de la oposición y la combinación
entre la razón y los sentidos o la metafísica con las “ciencias”.
La
proyección del atomismo antiguo ha sido muy importante, especialmente gracias a
Epicuro y luego en Roma el famoso poema de Lucrecio De rerum Natura. A lo largo de la Edad Media el atomismo es una
filosofía casi olvidada aunque aparece en pensadores marginales escolásticos,
tanto cristianos como judíos e islámicos. En el Renacimiento hay un resurgir
del atomismo, y en el XVII Gassendi intenta compaginar a Epicuro con el cristianismo.
La Ilustración recupera el atomismo, especialmente su sensualismo epistémico y
su ontología materialista. Igualmente sucede en los siglos XIX y XX. El último
Althusser denomina “materialismo aleatorio” o “materialismo del encuentro” a
esta tradición atomista que él considera como una de esas tradiciones
soterradas que aparecen y desaparecen una y otra vez en los márgenes de una filosofía
fundamentalmente idealista y en la que se puede situar a Espinosa, Diderot,
Holbach, Marx, Bloch y el propio Althusser. El atomismo no ha influido solo en
la filosofía sino también en las ciencias nacientes en el siglo XIX, especialmente
en la química y la biología.
Aún a riesgo de cometer
un anacronismo vamos a resumir las principales aportaciones del atomismo
antiguo en la ontología, la epistemología y la ética, aún reconociendo que
dichas posiciones no forman un sistema, aunque sí son coherentes entre sí.
Desde el punto de vista ontológico el atomismo es un materialismo al hacer coincidir
el ser en general con el ser físico. La raíz eleática está presente en su
noción de ser ya que los atomistas aplican las características del ser parmenídeo
a cada uno de los átomos, aunque para permitir el movimiento añaden al ser, los
átomos, el no ser o vacio, como el ámbito en el que se mueven los átomos
mediante un movimiento continuo y necesario que denominan “remolino”, un
movimiento sin direcciones privilegiadas sino completamente aleatorio. Además
de materialista el atomismo es determinista, todo sucede por necesidad pero a
la vez de forma azarosa en el sentido en que no aceptan ningún finalismo,
motivo fundamental de la crítica de Aristóteles a estos autores. A Leucipo se
le atribuye la formulación del determinismo causalista en el único texto suyo
de atribución segura: (67 B 2)”Nada se produce porque sí, sino que todo surge
por una razón y por necesidad”. Las cosas se generan mediante combinación
(aproximación y entrelazamiento) de átomos y se corrompen por la disolución
(distanciación y dispersión) de dichas
combinaciones. Los átomos al ser infinitamente numerosos contrarrestan el ser
infinitamente pequeños y así pueden dar lugar por acumulación a las cosas
visibles. El atomismo constituye las totalidades a parir de la síntesis de sus
partes, al contrario del holismo que parte de las totalidades y busca las
partes constituyentes mediante el análisis. El conocimiento se explica por la emisión de
efluvios, átomos muy sutiles que salen de las superficies de los cuerpos y son
recibidos en los ojos imprimiéndose en el cerebro como imágenes (idola). Si su
noción de ser viene de Parménides su relativismo epistemológico viene de los
sofistas, en concreto de Protágoras, ya que para ellos: (68 A 1) “Las
cualidades existen solo por convención; por naturaleza solo hay átomos y vacio”.
Lo cualitativo fenoménico que constituye las apariencias se sitúa en el campo de
la opinión mientras que lo real, invisible, es el nivel de lo cuantitativo. La
apreciación de los fenómenos es relativa, depende del sujeto que conoce, y por
ello de la educación recibida, mientras que la verdad se da en el nivel profundo,
ontológico, no captable por los sentidos, y ahí solo hay átomos y vacio.
Respecto a la ética hay que recordar que la mayor parte de los fragmentos de Demócrito
tienen este carácter aunque muchos de ellos se encuentran en una recopilación de
máximas bajo el nombre de Demócrates. Nuestro autor fue opuesto a Heráclito
como el filosofo risueño al filosofo llorón y esto se debe a que consideraba
que el fin supremo del ser humano es el “buen ánimo”, que no se identifica con
el placer, aunque lo puede producir, y que es un estado en el que “el alma está
serena y equilibrada, porque no le perturba ningún temor” (68 A 1). El buen
ánimo surge de “la moderación del deleite y la armonía de la vida” (68 B 191),
en línea con la idea de mesura y contención que rige la ética griega antigua
opuesta al exceso y la desmesura. En cambio el insensato desdeña lo que tiene y
desea lo que no tiene (68 B 202).
En conclusión,
consideramos al atomismo antiguo como un materialismo determinista y aleatorio,
con una epistemología sensualista basada en imágenes (idola) y una ética del
buen ánimo, que procura conjurar los temores mediante la mesura y el rechazo de
los excesos.
G. Bueno, La
Metafísica presocrática, Pentalfa, Oviedo, 1974, pp. 327-367/.M. Candel,
“Demócrito y Epicuro: el átomo como elemento y como límite onto-lógico”, Convivium, nº12, 1999, pp. 1-20. /C.
Eggers y otros, Los filósofos
presocráticos III, Gredos, Madrid, 1980, pp. 141-422. /W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía griega 2. La
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pp.389-513. /G. S. Kirk y J.E. Raven, Los
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